Un padre no debe sentir temor al enviar a su hijo a la escuela. No debe ser necesario que un padre se pregunte si volverá a ver a su hijo. No debe ser necesario que un niño tenga que pensar si sobrevivirá para ver un nuevo día o si este será su último día. ¿Cómo llegamos al punto de que niños estén matando niños? ¿Qué hicimos mal en este camino que llamamos vida? Muchas respuestas pueden haber, pero sin duda alguna ninguna devolverá a estos niños a la vida.
Es indescriptible y difícil ponerse en el lugar de todas esas familias que el miércoles, ayer y durante muchos años han visto a sus hijos por última vez y no sabían que ese era su último día. Se les arrebató la oportunidad de verlos crecer e incluso la oportunidad de haberse despedido. Nada en este mundo puede recompensar el dolor de estas familias.
Nada en este mundo recompensará el que la luz de una persona se haya extinguido. Ayer, mientras leía el periódico cuando pase la página había un reportaje sobre las primeras víctimas de Parkland. Uno de los niños se graduaba este año y había sido aceptado en la universidad con una beca de natación. No saben lo que eso causó en mí, las lágrimas no las pude contener y solo pensaba en todas las grandes oportunidades que tenía en la vida, pero el 14 de febrero con tan solo 17 años su luz fue apagada. A lo último del reportaje hablaban sobre el coach de fútbol que sirvió de escudo para sus estudiantes, y eso me hizo sentir más triste. Otra persona buena que este mundo no va a tener la oportunidad de ver más.
Nada recompensará el daño de todos esos niños que estuvieron ahí y sobrevivieron. Mientras veía mis redes sociales me topé con un video en el cual se veía como salían corriendo de unos salones mientras que en el suelo se encontraban sus compañeros muertos. El miedo que ellos sentían, el dolor y la desesperación no es algo que se borre de la mente de alguien con facilidad. Tal vez muchos piensan que están bien porque sobrevivieron, pero la realidad es que el daño psicológico que sufrieron es grave.
El tener que ver a una madre en televisión pidiendo respuestas, y con el corazón destruído, eso es algo que nadie debería pasar. El escucharla decir que estaba haciendo los planes para el entierro de su niñita de 14 años, eso nadie lo debería de sufrir. Catorce años, apenas comenzaba a vivir y ahora nunca lo hará. El leer que una niña de ocho años le dice a su mamá que tiene que comprar zapatos nuevos porque sus zapatos con luces atraerían a un "shooter" a su ubicación, es doloroso. Un niño a esa edad no debería preocuparse por eso, pero sin embargo en el mundo en que vivimos sí.
¿Qué nos pasa mundo? ¿Por qué día tras día tenemos que ver situaciones como estas? Familias desechas y niños viviendo con temor. ¿Cómo es posible que lleguemos a no estar seguros en ningún lado? Somos la generación que vive con temor. Ya tememos ir al supermercado, a una estación de gasolina, a una escuela o incluso a la esquina de la casa. Vivimos con el miedo de no poder despedirnos de nuestros seres queridos. Con el miedo de cuando será la última vez que veremos a nuestros familiares. Esto, no debería ser así pero sin embargo es nuestra realidad. Somos la era del miedo en las calles. Ya no nos sentimos a salvo. El mundo se ha convertido en una trampa mortal y lo único que buscamos es un rayo de esperanza.
Esperanza, es lo que nos queda para seguir adelante. La esperanza de que todo cambiará. De que algún día podremos volver a salir a las calles sin miedo. La esperanza de que ningún padre tenga que recibir una llamada porque su hijo murió durante un tiroteo. La esperanza de que ningún niño tenga que preocuparse por algo así. La esperanza de un mejor mañana y la lucha por él, es lo que nos queda.
Mientras tanto debemos preguntarnos, ¿gente que nos pasa?
Es indescriptible y difícil ponerse en el lugar de todas esas familias que el miércoles, ayer y durante muchos años han visto a sus hijos por última vez y no sabían que ese era su último día. Se les arrebató la oportunidad de verlos crecer e incluso la oportunidad de haberse despedido. Nada en este mundo puede recompensar el dolor de estas familias.
Nada en este mundo recompensará el que la luz de una persona se haya extinguido. Ayer, mientras leía el periódico cuando pase la página había un reportaje sobre las primeras víctimas de Parkland. Uno de los niños se graduaba este año y había sido aceptado en la universidad con una beca de natación. No saben lo que eso causó en mí, las lágrimas no las pude contener y solo pensaba en todas las grandes oportunidades que tenía en la vida, pero el 14 de febrero con tan solo 17 años su luz fue apagada. A lo último del reportaje hablaban sobre el coach de fútbol que sirvió de escudo para sus estudiantes, y eso me hizo sentir más triste. Otra persona buena que este mundo no va a tener la oportunidad de ver más.
Nada recompensará el daño de todos esos niños que estuvieron ahí y sobrevivieron. Mientras veía mis redes sociales me topé con un video en el cual se veía como salían corriendo de unos salones mientras que en el suelo se encontraban sus compañeros muertos. El miedo que ellos sentían, el dolor y la desesperación no es algo que se borre de la mente de alguien con facilidad. Tal vez muchos piensan que están bien porque sobrevivieron, pero la realidad es que el daño psicológico que sufrieron es grave.
El tener que ver a una madre en televisión pidiendo respuestas, y con el corazón destruído, eso es algo que nadie debería pasar. El escucharla decir que estaba haciendo los planes para el entierro de su niñita de 14 años, eso nadie lo debería de sufrir. Catorce años, apenas comenzaba a vivir y ahora nunca lo hará. El leer que una niña de ocho años le dice a su mamá que tiene que comprar zapatos nuevos porque sus zapatos con luces atraerían a un "shooter" a su ubicación, es doloroso. Un niño a esa edad no debería preocuparse por eso, pero sin embargo en el mundo en que vivimos sí.
¿Qué nos pasa mundo? ¿Por qué día tras día tenemos que ver situaciones como estas? Familias desechas y niños viviendo con temor. ¿Cómo es posible que lleguemos a no estar seguros en ningún lado? Somos la generación que vive con temor. Ya tememos ir al supermercado, a una estación de gasolina, a una escuela o incluso a la esquina de la casa. Vivimos con el miedo de no poder despedirnos de nuestros seres queridos. Con el miedo de cuando será la última vez que veremos a nuestros familiares. Esto, no debería ser así pero sin embargo es nuestra realidad. Somos la era del miedo en las calles. Ya no nos sentimos a salvo. El mundo se ha convertido en una trampa mortal y lo único que buscamos es un rayo de esperanza.
Esperanza, es lo que nos queda para seguir adelante. La esperanza de que todo cambiará. De que algún día podremos volver a salir a las calles sin miedo. La esperanza de que ningún padre tenga que recibir una llamada porque su hijo murió durante un tiroteo. La esperanza de que ningún niño tenga que preocuparse por algo así. La esperanza de un mejor mañana y la lucha por él, es lo que nos queda.
Mientras tanto debemos preguntarnos, ¿gente que nos pasa?
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